Al abuelo


Por más que uno espere a la muerte, la muerte sorprende siempre. El abrazo fuerte es insuficiente para las despedidas largas, las eternas, las últimas. No le dije adiós al abuelo, murió viejo. La cama que lo sostuvo sintió su latido lento, fugándose al infinito que no es ni diablo ni cielo.
Murió lentamente, cien años le acompañaron, cien años le acercaron a la muerte. Junto al café,  la tierra le ve partir, es un hombre más que desaparece, un campesino más que florece en otro atardecer.
En su juego simple la nobleza, en el juego el amor, en el juego la paciencia, en el juego la compasión. Y en el juego lo recuerdo hoy: ¿Que tienes aquí? Un gusanito ¿Con que lo mantienes? Con pan y quesito ¿En qué le das agua? En  un botecito. ¿Lo matamos? Ay no, pobrecito.

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