El día a día.

Imagino que ya no somos los mismos que, desde la escuela, soñaban con volar al mismo tiempo que vivían la dulzura de la noche montados en una caminata larga, en busca de un tesoro escondido en la ciudad: un rincón nuevo para nuestra experiencia juntos. El mundo, casi todo nuevo, se postraba en un segundo ante nuestros deseos, pues en un segundo cabe un sencillo momento: una charla en la fuente, una risa fugaz, una nota de violín en un concierto, una vibración corporal, una serpiente envolvente, una llamada oportuna, una mirada sincera, sincera como el niño que desperté y la niña que me enseñaste. Amigo, la distancia hizo lo suyo como lo dijiste en la segunda carta que llegó después de marcharme. Hay tantas cosas que vivimos día a día que quisiéramos contarnos, y es entonces cuando la distancia se roba algo: precisamente el día a día. Por eso hoy sólo te contaré que encontré un rincón mágico escondido en un parque de la ciudad. Fue casi casi un accidente, lo único que me guió hasta ahí fue un ensueño infantil, como el que nos guiaba juntos. Encontré un lúgubre camino -similar a esa funesta etapa de la vida que nos asusta y que después nos sorprende- que me guió a una plaza redonda, circular como circular será la luna próxima, circular como el vientre de una mujer preñada, circular como la naranja jugosa. Sé que podría estar ahí por horas enroscada sobre las páginas de un libro, o  paralizando la mirada sobre los canales verticales de la corteza de un árbol que se eleva - piel dura y gruesa de un ser que inmóvil aguanta el tiempo-. Podré sentir el tiempo prolongado, suspendido en el silencio y dejar de pensar para sentir que el tiempo no importa cuando me detengo solo a vivir. Quisiera llevarte hasta ahí y recostarme sobre tus piernas como dos excéntricos jóvenes despreocupados que se dan cariño sin más pretensión que brindar a la vida el sentido del instante intenso. Querido amigo, hoy no soy la misma, he agregado nuevas mujeres a mi personalidad y cada una de ellas parece tener vida propia, tan independiente una de la otra, o la otra. Sólo quisiera que a veces esa mujer-niña que estuvo contigo regresara por más tiempo y se ganará un lugar amplio en mi flaco cuerpo. Quisiera verte otra vez y hacer largos recuerdos de los momentos cortos, como los que hoy traigo  aquí y me hacen despertar a una mujer que olvido en un citadino mundo desolado y viejo. 

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