Desde el deseo
En la profundidad del deseo las aves callan,
las ramas se inmovilizan, los
manglares dejan de ser el próximo viaje,
la laguna se ausenta,
el mar se esconde.
La naturaleza sabe que se detiene,
sabe que erotiza al cuerpo,
sabe que altera la conciencia.
Me hace perder referencia espacial,
nada alrededor tiene color y forma.
Pierdo referencia verbal,
nada de lo que dices entiendo
y ningún sonido altera la concentración sobre tus poros y
tus vellos.
Tus dedos dejan de tener función biológica para ser
gruesos tentáculos,
inventos carnosos, sugerencias inesperadas, tacto inmovilizador.
Transito a un deseo mayor que posa sobre tu cuerpo.
El símbolo fálico se proyecta en la alteración cardiaca,
en la agitación y en la falta.
¡Huyo! De quedarme no sabría qué hacer,
no sabría si habitar con besos desesperados tu piel
despoblada.
No sabría qué hacer si no te encuentro en los caminos que
te cruzan,
o si de encontrarte nos podríamos entregar a sentir la
pasión ciega
en un campo quieto que nos vigila.
Llego a tus piernas, tus piernas que no son carne
dura,
son pulpas agridulces que mi boca busca y no
muerde,
y que sin probar saborea.
No sabes que observo con nitidez cada movimiento tuyo
- y aunque no te entiendo-
no te das cuenta que conozco de ti lo que tu
ignoras:
el movimiento de tus ojos calmos,
los lunares que una luna fría posó sobre tu
cabeza,
los paisajes dibujados en tus gestos
y todos aquellos lugares en los que anduviste
y que desde dentro de ti miran hacia afuera.
Desde estos ojos altivos penetro tus frentes, tus
flancos,
tus sutiles estrategias de escondite.
Y todo cuanto veo lo deseo, y todo cuanto ignoro lo
intuyo.
Es inevitable no sentir la noche roja contigo,
o la sal del día.
Los olores no se escapan de mi olfato agudo.
La voracidad animal me empuja a encontrarte.
Las águilas confluyen detrás de mis ojos y te buscan,
quieren atrapar un lunar tras otro,
quieren beber tus aguas.
Cuando te deseo nada de lo que te rodea tiene sonido o
forma,
todo se detiene.
Y la naturaleza se sabe paralizada
porque le gusta observar cómo vibro cuando te observo
enajenada,
cuando el corazón agitado pierde referencia del
tiempo,
cuando el tiempo solidario se detiene
y me deja disfrutar en un instante eterno la mística
perturbación sensorial que despiertas en mí.
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