Una vieja historia de amor y de ausencia.


Supe que volvería de ese largo viaje. 
Se fue lejos, a kilómetros y kilómetros de aquí, 
imposibles de recorrer con los pies descalzos. 
Todo lo que no está al alcance de los trotes es un mundo aparte. 
Me dijo que regresaba y regreso varias veces por año, 
y en cada vuelta dejó una parte de sí en la selva, 
y otra parte de mí se quedo en un pueblo.

Ambos dejamos vida atrás y nos renovábamos con el tiempo y las vivencias, 
yo en los columpios de llanta en un parque sin pasto donde aprendí el juego sin belleza, 
y  él… no supe a detalle cómo eran los días que iba guardando en su morral. 
Solo sé que llegaba cada mes y medio con un poco de sí y otra parte ausente. 
 
Corría a encontrarlo al verlo llegar 
y  me esperaba en cuclillas levantándome en sus brazos para hacerme girar en la ruleta de su suerte. 
Un día no pudo sostenerme más, 
pues además de las vivencias que guardé había acumulado centímetros y centímetros de altura.

Desde el día que se fue, nuestros ojos dejaron de ver juntos el mágico cierre de luz, 
y así perdimos el lenguaje sin palabras: 
los lentos parpadeos que asentaban el sí de alguna travesura 
o la mirada larga antes de dormir. 
 
Los días corrieron con sus aventuras entregando el descubrimiento que da el tiempo.
Regresó y eran demasiados los granos de tierra pisados como para contarlos. 
Miles de gotas de sudor emanadas de cada juego se habían evaporado. 
Los sabores nuevos de las frutas del campo quedaron casi olvidados, 
sustituidos por la amarga soledad de otros pueblos.

Miles y miles de dudas quedaron en suspenso, 
no había nadie para responder que la vida era fácil si el amor del padre nos cobija con ojos curiosos y el rostro contento. 
Cantos de ríos mansos invitaron a nadar a las hojas del nogal, 
y ríos violentos se llevaron un nogal completo y el columpio en el que soñaba su pronto y permanente regreso.

Supimos que volvería de ese largo viaje, y nunca dudamos de nuestro amor
Él supo vislumbrar que su hija camina rápido y era capaz de aprender y transformarse. 
Él sabe que regresó como lo había prometido, 
yo sé que regresó como lo dijo, 
pero ambos sabemos que cuando nos encontramos ninguno de los dos éramos los mismos.

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