Despedida
El amor se estaba convirtiendo en un canto de ave matutina
que aun cotidiana nunca pasó desapercibida.
Ahora que se va, puedo ver desde la venta de la mente las
alternativas de su regreso, todas razonables, todas posibles. Más allá de esta
ventana su partida duele pero es justa. El dolor es calmado, apretadito, pues
la razón no puede admitir la amplitud desenfrenada, no puede admitir que el
mundo se acaba en un adiós porque no se acaba, el mundo continua arrastrando el
bullicio rutinario sobre su espalda.
También puedo ver la ventana del sentimiento y nada de lo
que veo entiendo. El viento frío es visible, es tan frío que se queda congelado
en la nada y flotando en la oscuridad aparece como un brochazo de pintura
grisácea.
En la oscuridad todo cuando hay parecen retazos de tiempo
donde transcurren escenas inconclusas, figuras deformes, formas rotas. Con tan
poca luz las mesas de madera se han convertido en astillas mortales. A la taza
de flores negras se le borraron las flores y al espejo su reflejo.
Y aunque desde esta ventana el mundo se acaba no puedo
cerrarla. Mi corazón se encoje contemplando la negra muerte y su deficiencia,
porque no me dejaré morir y tampoco podré huir.
Las despedidas son un poco la muerte pero no quiero morir ni
que mueras.
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