Agradecimiento a las fieles compañías.


A la amiga soledad que se queda cuando todos se van, que permanece latente a pesar de la negación, a pesar de sentir el tumulto de gente rodeando nuestro respiro. 
A la amiga melancolía, mujer rizada, adornada de giros, de vueltas y regresos, siempre indefinidos, constantes, lluviosos. Es la amiga que nadie sabe bien que ama pero la ama. En ella se refugian los poetas, los cantores, los actores, los que encuentran en su dulce cuna un motivo de belleza, un motivo creativo para adornar la flaqueza del espíritu.
A la amiga nostalgia que nos recuerda los días acaecidos en la lucha que siempre comienza y no termina. Es la amiga que nos trae un perfume floral de antaño y las hojas otoñales de la niñez perdida. Es una amiga generosa y tierna cargada de regalos viejos guardados en el baúl de cobre, al que no siempre nos gusta ver abierto.
Al amigo silencio que dice todo lo que guardamos adentro. ¡Ah! El amigo silencio guarda en su vacío la confusión evidente, el fantasma verbal de la voz interna, de la voz que solo una puede escuchar.
Estos son los amigos que nadie recuerda en días festivos. Son amigos que acompañan a los seres humanos jóvenes y viejos, y también a los seres nacidos del pasado amargo, incluso a los seres que llegan de la alegría intrépida fraguada en el fuego. Gracias a estos amigos se han escrito bellas canciones, dolorosos poemas, novelas oscuras, cuentos negros. Gracias a estos amigos hemos de abrazar la dulzura de la noche, la amargura de la luna tan lejana del sol. Gracias a su amistad hemos de distinguir la pureza de unos ojos que ríen, la nobleza de un amigo o amiga que llega con su mano extendida a sacarnos de la pena que ahoga. Gracias  por hacer de su compañía un disfrute incomprensible del dolor. Gracias por hacer de su presencia una llama que cocina las próximas alegrías. Gracias en su día amigos y amigas, gracias.

Comentarios

Entradas populares