Laberinto

Tiene laberinto quien se atreve, tiene puertas quien las busca.
Algunas veces el cansancio sugiere la conveniente parada en la enramada estática del no pensar; luego, el ávido deseo de encontrar la delicada línea del horizonte amaina el cansancio y promete que el paso tras paso traspasará el laberinto, al que después, otro día, volveré a entrar.

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