El juego del amor



No me mires así mientras me dices que no te mire de esa manera, me asustas.
Conozco el lenguaje de las miradas y sus encantos, 
ellas hablan independientes de la palabra, 
ellas dicen lo que ignoramos.
No me mires así que sin saberlo detienes la necesidad que tengo de huir.
Yo debiera correr, me esperan a la vuelta del tiempo, y mira, 
me quedo a bailar a la orilla de tu cuerpo 
para invitarte mañana a flotar  bajo el cielo de Chapultepec.
Solo quiero escucharte. 
Me gusta nadar en las palabras que vienen de tiempos lejanos, 
me gusta navegar en los sueños y en los temores junto a la fragilidad de un hombre. 
Me gusta verte jugar al Don Juan y encontrar con la intuición el rostro que no me enseñas. 
Me gustaría quedarme para escucharte, 
para hablar de la propiedad del amor en un mundo comprado; 
para convencerme de la libertad del encuentro en un amor sin precio ni duración.   
Me gustaría conocer una pincelada de tu vida,  
saber si detrás de un telón fortuito 
aparece en escena un actor descubierto en el ensayo de su propia vida. 
Quiero conocer un poco de tu pasado, 
de los cristales que la vida nos deja caer de un golpe, 
de las heridas que tuviste y las curaciones.  
Me gustaría quedarme sólo para escucharte cantar una canción de Sabina 
en la punta de alguna esquina de Coyoacán 
y  beber tus besos a media calle. 
Me gustaría caminar en el laberinto de tu desconfianza 
por si intentas llegar a la casa azul - la casa azul cerrada – y  cerrar la tarde.
Me gustaría hacerle un ritual a la suerte, 
para confirmar que la coincidencia no tiene ningún día ganado 
y que todo lo que nace en el instante es fruto de las ganas por buscarte.  
Me gustaría observar tu espalda mientras caminas, y luego a verte de frente y a distancia.
Quisiera  jugar al amor, 
el juego más difícil de la existencia, 
imposible en el primer encuentro si el cansancio nos encuentra.  
Quisiera llorar en tus brazos por extraño que parezca, 
y luego salir a sentir los descensos y ascensos de las emociones 
que nunca me dejan sola aunque me quede quieta sentada en la escalera.
Podría regresar a tocar tu cuerpo, a intentar comprender el lenguaje desnudo de los desconocidos. 
Pero regresé a decirte adiós, y a decirle “hasta siempre” al juego del amor.


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