Naturaleza exiliada


Todo lo que se ve es polvo sobre polvo,
grietas abandonadas por el agua.
Invierno sobre invierno,
destierro sobre destierro.
Naturaleza exiliada.
La modernidad – cemento y fierro- fría
congela nuestros ojos para cegar nuestros sentidos.
Con el tiempo vamos olvidando el lugar dónde aprendimos los colores y
los seres que nos enseñaron los aromas.
Concreto sobre concreto, todo cuanto se quiere se compra.
Alguien, algunos o todos queremos olvidar.
Responsables sobre responsables.
La lejanía sobre la lejanía acrecienta el olvido.
Perdimos la conciencia del tiempo colectivo.
El tiempo individualizado seccionó las vidas,
dividió la mente del cuerpo, al cuerpo del alma y al alma del universo,
todo para olvidar todo,
para olvidar la paciencia del árbol fructífero,
la fugacidad de la flor colorida,
la instantaneidad del aroma floral,
la vida del agua invisible, 
el ardor del fuego sanador y
la transformación de la tierra paciente.
Todo para sentirnos superiores y solos,
invasores de la vida en la tierra,
y para quedarnos quietos en nuestro mundo individual
frente al televisor de la “modernidad”.

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