Masa viviente


Tengo atorado tu nombre en el pecho.
No quiero pronunciar las líneas sanguinarias con las que ahora te conocemos.
Me resisto a pronunciar la melodía dulce que inventó la humanidad para nombrarnos.
Ahora tu nombre desafinado nos aturde.
Tengo atorado en el pecho la disyuntiva del sonido y el silencio, pues solo de nombrarte la herida se abre y se levantan los muertos. 

Detrás de ti se irán corriendo los espíritus.
Nunca más tendrás alegría pura, y solo alcoholizado sonreirás tu desgracia. 
Has elegido la ruina, la deformación de tu rostro te recordará que nada de lo que hiciste quedará impune y que tu cuerpo mismo te desaprueba. 
El rostro se deformó con los muertos que robaste inútilmente.
El rostro deforme te dice algo que en el fondo no olvidas: nadie nace para odiar a muerte, pero si elegiste hacer de la muerte tu modo de vida, dejarás de ser animal para convertirte en perversa masa viviente. 


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