Carta al pasado

Querido amigo antiguo. Me has acompañado a tantos sitios, te he leído tantas veces cuando en el recuerdo busqué una respuesta para el presente. Pasado, querido amigo, tantas veces te he invocado y otras tantas te he huido. Las lecciones registradas en los hechos que bordaste le enseñaron moralejas al camino vivido. En ti refugié la nostalgia cuando el presente no daba alegría ni consuelo; en ti encontré abrigo. Fueron tus brazos tan largos, tan coloridos los que acogieron cada día negado. Fue el extenso cuerpo que has formado el que con su fuerza escribió uno y otro poema, poemas alegres: amaneceres corpóreos de saberes antiguos; y a su lado, empujaste los poemas temidos, los jardines pisados, los olores perdidos, los viajeros que llegaron envejecidos de indiferencia, de egoísmo. Te he disfrutado y también te he sufrido. Te he tomado de la mano y en otra ocasión te he subido cuesta arriba y te he cargado. Ahora cada vértebra te conoce y aunque le lastimes te ha tomado cariño.
Hoy una parte diminuta de mi garganta, una vocecita discreta, me ha hecho una pregunta ¿o te cargo, o vivo?
Adiós amigo, adiós.

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