Libertad de una voz propia.

Llevo quince días tratando de descifrar la minúsculas siluetas de la libertad. Cuando veo mi vida y todo lo que me rodea me planteo seriamente esta pregunta: ¿Yo  elegí?  Claro, me respondo inmediatamente. Muchas veces he negado mi decisión sobre miles de acciones que escaparon a mi voluntad, pero en momentos - los más sensatos -  dentro mí decía: yo elegí; o dicho de otra manera, era la única forma de decidir en ese momento siendo pequeña, adolescente o adulta.
Algunas decisiones han sido acertadas, y con acertadas me refiero a decisiones motivadas por un profundo deseo de vivir algo que me hace muy feliz.  Otras decisiones han sido libres y desacertadas: yo decidí y no fue lo mejor; y algunas decisiones parecen no libres y desacertadas a la vez, y ¿Cuándo pasa eso? Cuando parece que mi voluntad viciada decide. "Mi voluntad viciada". Si queridos lectores, es una manera con tinte "jurídico" de hablar del consciente e inconsciente, es decir, de esas decisiones que tomamos porque creemos - según nuestros aprendizajes morales, culpa, complejos, etc.- que es lo más adecuado, incluso cuando puede ser lo más dañino a nuestro bienestar emocional y físico.
El aprendizaje de lo que representa la vida es en principio un aprendizaje dado por nuestros padres y después vamos aprendiendo solos de todo lo que nos rodea. Es aquí cuando la libertad tiene sus complicaciones. Una niña o niño que ha vivido en entornos de violencia y crea una subjetividad a partir de ella, crece y luego decide libremente ¿Qué tan libre puede ser su voluntad? ¿Qué tanto puede elegir fuera de los parámetros aprendidos? ¿Que tanta libertad adquirió? ¿Puede actuar y ser realmente una persona auténtica? ¿Actúa motivada por el deseo de ser aceptada y querida, como lo hizo en la niñez?  Así, este caso difícil revela con cierta claridad que la libertad es una silueta muy frágil, porque si bien, de manera autónoma nos movemos en el entorno conocido muchas veces lo hacemos con la dificultad  de romper las cercas de nuestros aprendizajes que en ocasiones cancelan esta voluntad ligera, voladora, soñadora... libre.

Libertad ¿Sola o acompañada? La relación con la interioridad estando sola o acompañada es otro boleto, y no creo que haya camino a la libertad sin antes detenerse a ver hacia adentro:  los recuerdos, los significados de todas las vivencias, sobre todo las primeras - de la infancia-  en donde aprendemos que significa vivir según el entorno familiar, social y cultural. Dudo mucho que  las influencias exteriores con sus significados  y los significados que le damos a estas primeras experiencias nos permitan así de la nada decir: Yo soy una persona libre.

Así es para mí, la libertad sola o acompañada es algo complicada, puede ser más sencillo ejercerla o ejercitarla sola, aunque aun en esa experiencia también aparecen fantasmas del pasado, voces viejas que me dicen que es lo "mejor". Acompañada - en pareja o familia-  es diferente, estas voces aparecen, pero reflejadas en la otra persona y en lo que creo que debería ser yo en este entorno. La libertad aquí es entonces una ruta muy pedregosa, pues para realmente recorrer el auténtico camino de la autonomía es muy seguro que requiera voltear al pasado, ver hasta donde las experiencias y sus sentidos determinaron  mi subjetividad, y desde esa búsqueda reinventar un camino, no con fantasmas y voces que me van dictando por dónde ir,  sino con una voz propia - o propia en la medida de la posible -  y desde ahí re-signficar para mí  la experiencia y el disfrute de mi posible y real libertad.

Por ahora, sigo acompañada de Rokia, con esta canción que me hace cantar en un idioma que no comprendo y que canto como un lúdico y placentero acto libre :) . Les comparto Rokia Traoré Sakanto

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